El embarazo supone una revolución en lo que al comportamiento de las hormonas se refiere. De hecho, la mayoría de las molestias relacionadas con la gestación (náuseas, fatiga, mareos, hinchazón de piernas, etc.) están producidas por las fluctuaciones hormonales. Estos cambios orgánicos tienen también su lado positivo: la progesterona, una de las hormonas más activas durante el embarazo, tiene efectos muy beneficiosos sobre el cabello, haciendo que éste aparezca más voluminoso, con más brillo y que, incluso parezca más abundante y se caiga menos.
Además, y debido también en gran medida a las hormonas, durante la gestación, el pelo tiende a permanecer más tiempo en la primera fase o anágena (la de crecimiento).
Una vez que la mujer da a luz, el proceso se invierte. De hecho, un número importante de las madres recientes (aproximadamente el 50%) comprueban que su cabello no sólo pierde ese excelente estado que lucía en el embarazo sino que empieza a caerse. Alrededor del tercer o cuarto mes tras el parto se empieza a perder pelo.
En la mayoría de los casos, este tipo de alopecia femenina está producida por el reajuste hormonal que se inicia tras el parto (las hormonas vuelven poco a poco a los niveles que presentaban antes de la gestación) y también por algunos déficit característicos en este periodo, como el de hierro (los niveles bajos de este mineral se asocian con una mayor caída capilar). Por lo general, esta situación de perder pelo tras el embarazo es temporal, y pasado un tiempo (entre seis meses y un año), los desajustes que la producen se normalizan.